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Archive for February, 2009

Reflections: Response to “El Tiempo” columns 7: Comentario a Francisco Cajiao: “Educar para la Política”, febrero 17 de 2009.

Debo decir que es casi siempre un verdadero placer leer sus columnas. Su profundo conocimiento de las dinámicas educativas de Colombia es admirable.

Ahora bien, considero que en su columna sobre educación para la política hay varios elementos de gran importancia. Ante las actuales dificultades políticas que vive nuestro país —y las conectadas dificultades éticas y educativas—— usted invita al lector, en parte, a hacer un recorrido histórico hacia los griegos. En este sentido usted, muy prudente y acertadamente, indica que hay al menos dos elementos a considerar. Citándolo directamente dice usted:  1. “La política es el comportamiento fundamental del ciudadano. Política viene de polis (ciudad). Por eso, cuando se habla de competencias ciudadanas es necesario entender que ellas deben conducir a la formación política. …. el ciudadano debe aprender desde su infancia a discriminar lo que conviene para el bien común, de acuerdo con un orden ético y jurídico.”,  y 2. “Siempre, desde la antigua Grecia, se consideró la educación como el medio privilegiado para fortalecer la democracia, formando ciudadanos libres, capaces de discutir sus diferencias y propuestas mediante el ejercicio de la razón. Por esto, el ágora es el espacio privilegiado de la política.”

Al primer elemento le podemos dar el nombre famoso de republicanismo clásico en la medida en que el ser humano según Aristóteles es por naturaleza un ser político. El segundo elemento que usted enfatiza acertadamente es lo que podríamos llamar la importancia de una educación liberal para los griegos. Lo cierto es que en su conjunto estos dos elementos indican una parte de las bases fundamentales de la reflexión filosófica sobre la política que encontramos principalmente en la obra de Aristóteles, que a su vez está respondiendo de manera directa, y también indirecta, a las reflexiones políticas y filosóficas por parte de Platón y su maestro Sócrates. Pero como veremos, estos dos elementos no subsisten de manera tan armónica como podríamos pensar, y sobretodo como podríamos desear, en tanto modernos. Es decir, en tanto modernos nos parecería obvio que, si  logramos dar con el adecuado tipo de educación política, entonces lograríamos llevar o transferir a la realidad esas conclusiones, los resultados de dicha investigación, como base de un proyecto político definitivo de fundamentos universales y generalizables. De esta manera, entonces la práctica y la teoría se retroalimentarían de manera beneficiosa para ambas de tal manera que la justicia se encarnaría como nunca antes. Algo así sí creyó posible todo movimiento marxista/socialista/comunista (y más aún el leninista/stalinista que es modelo aún para las afiebradas FARC) con su consigna de transformación total de la realidad tal y como aparece formulada de manera dramática en las breves y famosas Tesis sobre Feuerbach del propio Marx: (“Tesis 11: Philosophers have hitherto only interpreted the world in various ways; the point is to change it”.)

Pero me temo que semejante proyecto que cree que la educación política puede adquirir real vida y guiar decididamente “desde arriba” (e incluso militarmente) el quehacer político contrasta radicalmente con el verdadero realismo filosófico-político de los grandes pensadores políticos griegos Platón, Jenofonte y Aristóteles (posteriormente complementados por la obra de Cicerón para los romanos). No puedo entrar en detalle aquí, pero por ejemplo, el ejercicio dialógico que presenta La República de Platón, cuyo tema es la pregunta de su interés, es decir, la pregunta por la virtud de la justicia (virtud fundacional de lo político en tanto que nos remite al “bien común”),  invita no a que fundemos una ciudad realmente gobernada por aquellos filósofos políticos o líderes que supuestamente sí han logrado ver el verdadero esquema educativo a seguir, sino todo lo contrario, invita a ver en cierta medida el por qué de las limitaciones profundas y serias de creer que la teoría puede llegar a tener semejantes efectos sobre la realidad política de cualquier ciudad o de cualquier comunidad política. Es más, al comienzo del drama que es este diálogo fundacional entre Sócrates y dos interesantes jóvenes (Glaucón y Adimanto) con intereses políticos diversos, Sócrates mismo es forzado a permanecer en la discusión contra su propia voluntad. Posteriormente en el diálogo Las Leyes Platón retoma de nuevo las intrínsecas limitaciones de lo político comenzando esta vez su investigación desde el lenguaje propio  de lo político. Por ejemplo, los interlocutores son ahora hombres mucho mayores, ya no de Atenas sino de una ciudad extranjera debido a la peligrosa complejidad de las preguntas propuestas, hombres de la “tercera edad” que además deben beber un poco de licor (!) para poder incluso dar arranque al diálogo mismo acerca del complejo rol de las leyes y de lo divino en la fundación de una comunidad política.

Pero incluso, bajo cierta interpretación, también los últimos dos libros de la Política de Aristóteles revelan una posición similar; no hay allí un modelo que podamos simplemente copiar e instaurar en la realidad. Por el contrario, revela esta obra de manera magistral un cierto dualismo claramente jerarquizado indicando, a la vez, tanto la importancia del ámbito político como igualmente las limitaciones inherentes a dicho ámbito humano, limitaciones que sólo se vislumbran desde  la filosofía política  misma. Y una concepción similar ocurre en La República de Cicerón. Además, siglos después, Santo Tomás Moro siguiendo el mismo modelo escribió su Utopía que de nuevo es un ejercicio para percibir los límites de lo político desde el lenguaje de la filosofía política, no un manual de cómo llevar a cabo transformaciones definitivas en la “realidad”.

Esto es lo que se conoce, en el lenguaje de una corriente interpretativa que toma como base la obra de Leo Strauss, como el debate entre el “utopianismo clásico” que se enfrenta decididamente al “idealismo moderno”. Se resume dicho debate, y disculpe que no lo traduzca, de esta manera:

“classical political philosophy  conceives the “best regime” not as an ideal to be realized, nor even something to be approached and worked toward; the elaboration of the best regime is intended, rather, as a subtly playful thought-experiment meant to reveal the limitations of what we can expect from all actual political philosophy” (Pangle, Thomas, Leo Strauss: An  Introduction to his Thought and Intellectual Legacy, p. 46)

Es decir, sea lo que sea que aprendamos de los filósofos políticos griegos, resultará nocivo el no intentar ver sus escritos en sus propios términos. Es más, el pensamiento político clásico es la vacuna precisamente contra el  complejo deseo, por parte de cierto tipo de seres humanos,  de instauración de la justicia total y verdadera en el ámbito real de la política ciudadana. El siglo XX nos dio múltiples ejemplos de los desastres al intentar llevar a cabo cierto tipo de proyecto secular radical a como de lugar (Stalin, Mao, Khmer Rouge,  …. FARC). El periódo del terror bajo Robespierre que se desprende de la Revolución  Francesa de 1789 nos lo revela igualmente. Es decir, el deseo de encarnar un proyecto totalizante de justicia terrenal (piénsese en el resultado de “aplicar” el “Libro Rojo” de Mao para los ciudadanos chinos) , y un cierto deseo inmoderado, violento y hasta tiránico, parecen estar conectados de maneras que el racionalismo político griego nos permite entender mejor. Para estos últimos no puede haber una reconciliación final entre filosofía y política; es más, es gracias a esta fructífera tensión inevitable que garantizamos tanto cierta moderación real en la praxis política, como la creación de unos líderes/ciudadanos hasta cierto punto libres de falsas expectativas y deseos destructivos con respecto a un cierto ordenamiento legal que ellos encarnan y del cual descienden. Como usted lo pone: “el ciudadano debe aprender desde su infancia a discriminar lo que conviene para el bien común, de acuerdo con un orden ético y jurídico.” Pero además esta valiosa tensión “garantiza” la aparición en escena de aquellos individuos filosóficamente preparados en la tradición clásica que puedan generar interpretativamente dos proyectos diferentes, a saber,  la más profunda explicitación de las bases que fundamentan un proyecto político dado (piénsese por ejemplo en el valor que los straussianos le dan a los “Founding Fathers” de los Estados Unidos),  explicitación que a la vez  les permite de esta manera poder juzgar sana y prudencialmente —– al igual que criticar seriamente—— los progresos y/o retrocesos del ordenamiento mismo desde su fundación.  Un ejemplo de dicha postura dual sería el entrar a considerar críticamente la Constitución del 91 más allá de una simple defensa progresista. (more…)

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Response to “El Tiempo” columns 6: Comentario a Enrique Santos Calderón: “Canje sin arandelas: ¿mucho pedir?” Febrero 15 de 2009.

Usted dice:‘Cano’ es un tipo inteligente, con sardónico sentido del humor, pero forrado en una impenetrable coraza estalinista.”

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Jamás imaginé ——en pleno siglo XXI—— que se utilizaran las palabras ‘inteligente‘, ‘cómico’ y ‘estalinista’ en una misma frase.  Más allá de todo interés estratégico como lo fue el de Churchill, y con lo que ahora sabemos de la dictadura estalinista, ¿no resulta aberrante siquiera llegar a preguntarse algo así como,  “¿será que Stalin fue un “tipo inteligente”? ¿No es esto confundir lo que es inteligencia y sabiduría práctica (phronesis) con lo que es astucia pervertida y unas prácticas fundadas en acciones deplorables que justifican cualquier medio para cualquier fin? ¿No es esto confundir lo que es el sano humor de la autocrítica con el  sórdido cinismo de la  absolutez tiránica? Porque es en parte precisamente en la capacidad para reir que se revela nuestra capacidad para la libertad.

El que no se vea que esto es fundamentalmente inaceptable resulta seriamente preocupante para nosotros que creemos en cierto tipo de moderación y hace cada vez más imposible ——-irónicamente todo lo contrario a lo que pide su columna——–  una resolución seria al conflicto. Moderación, sí; moderación a cualquier precio, no. Canje sí, canje a cualquier precio, no.

______________

La columna de Enrique Santos Calderón: “Canje sin arandelas: ¿mucho pedir?”, Febrero 15 de 2009, dice así:

“Salida en falso la del presidente Uribe al calificar de “bloque intelectual” de las Farc al Comité de Colombianos por la Paz que ha intercambiado cartas con el sucesor de ‘Tirofijo’. Es macartismo primario, que desdice del jefe del Estado y les otorga a las Farc un estatus que ni tienen ni se merecen.

Ya quisiera ‘Alfonso Cano’ tener a su lado a un bloque de intelectuales. El prontuario de las Farc los ha espantado a todos, y hoy no conozco a un solo colombiano pensante que avale tan larga trayectoria criminal. Otra cosa es que muchísimos ciudadanos anhelen la paz, crean en el “intercambio humanitario” o piensen que las últimas liberaciones abrirían la puerta a una solución negociada del conflicto armado. Objetivos deseables pero -como están las cosas- aún lejanos. No por ello se los puede tachar de cómplices de la guerrilla.

La reciente matanza de indígenas awás (¿17, 27?) en Nariño -asesinados con arma blanca dizque por “colaboradores del Ejército”- borra a machetazo limpio la imagen buscada por las Farc con las liberaciones unilaterales de la semana pasada. ¿Acción inconsulta de un frente aislado en el fragor de la guerra? Es posible. Solo falta entonces que la condenen de manera inequívoca. Y aun así, este acto brutal reafirma la ya tal vez irredimible deshumanización a que ha llevado a las Farc su perversa estrategia de “combinación de las formas de lucha”.

Cartas amables a Piedad y liberaciones unilaterales, acompañadas de secuestros, bombas en las ciudades y masacres en la selva son una aberración que el país rechaza con la contundencia que demostró hace un año, en la más grande movilización ciudadana que haya producido Colombia en su historia. Pero esto parece resbalarles.

Existía la esperanza de que, tras el 4 de febrero, los golpes sufridos y la asunción del ex universitario Guillermo Sáenz a la cúpula, las Farc iniciarían algún replanteamiento de sus prácticas y concepciones. Vana ilusión, si nos atenemos al único pronunciamiento de fondo de ‘Alfonso Cano’ desde que asumió la comandancia (extensa entrevista en ‘Cuadernos para el diálogo’, 04-12-08), donde no expresa el menor remordimiento, ni la más leve autocrítica. Según el nuevo vocero del Secretariado, las Farc están ahí: inmodificables e incólumes, incontaminadas por el narcotráfico y aferradas a la lucha armada. Deprimente, pero cierto.

Llegué a pensar que alguna evolución visible produciría la llegada de ‘Cano’, con quien he hablado dos veces en mi vida. La primera hace 22 años, en tiempos de los diálogos en Casa Verde, y luego en el 2001, durante el despeje del Caguán, cuando me invitó a confrontar opiniones en su cambuche cerca de San Vicente. Discutimos más de ocho horas sin parar (sus segundos, ‘Pablo Catatumbo’ e ‘Iván Ríos’, quedaron tendidos del sueño) y fue muy poco lo que avanzamos. ‘Cano’ es un tipo inteligente, con sardónico sentido del humor, pero forrado en una impenetrable coraza estalinista.

En cualquier caso, las liberaciones que ordenó son un gesto unilateral de las Farc que se debe valorar. La desgracia cíclica de nuestro infernal conflicto es que cuando se presenta algún hecho constructivo, no pasa un día sin que se produzcan otros que lo anulen: la matanza de los awás, la exigencia de ‘Cano’ de incluir a ‘Trinidad’ y ‘Sonia’ en el intercambio, el progresivo endurecimiento de Uribe tras su positiva reacción inicial a las liberaciones…

Lo deseable, en fin, sería un canje simple y sobrio de los 24 uniformados aún en poder de las Farc por guerrilleros presos en Colombia. Expedito, sin trampas, shows, ni condiciones irreales de parte y parte. El Gobierno, que no debe alimentar falsos triunfalismos con las Farc, está en deuda con estos soldados y policías que han sufrido lo indecible. Y las Farc aún tienen que demostrar, con menos engaños y más hechos, un propósito de paz. Mientras tanto, en las mismas.”

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Reflections: Leo Strauss on moderation and the extremisms of Colombia

As one regards the politics of  extremism  ——–both in word and in action—– which guide the reality of our Colombia (whose most grotesque example is ANNCOL), one cannot but hold firm to the words with which Strauss brings to a close his “Liberal Education and Responsibility”:

“We must not expect that liberal education can ever become universal education. It will always remain the obligation and the privilege of a minority. Nor can we expect that the liberally educated will become a political power in their own right. For we cannot  expect that liberal education will lead all who benefit from it to understand their civic responsibility in the same way or to agree politically. Karl Marx, the father of Communism, and Friedrich Nietzsche, the stepgrandfather of fascism, were liberally educated on a level to which we cannot even hope to aspire. But perhaps one can say  that their grandiose failures makes it easier for us who have experienced those failures to understand again the old saying that wisdom cannot be separated from moderation and hence to understand that wisdom requires unhesitating loyalty to a descent constitution and even to the cause of constitutionalism. Moderation will protect us against the twin dangers of visionary expectations from politics and unmanly contempt for politics. Thus it may again become true that all liberally educated men will be politically moderate men. It is in this way that the  liberally  educated may again receive a hearing even in the market place (note: in the sense of ‘agora’).” (Liberalism Ancient and Modern,  p. 24)

Those extremists of the word who mock our president as if the presidency were simply a man and not one of  the foundational institutions of our democratic stability (for who will not feel entitled to mock the presidency now, no matter who holds it? no matter if for the right reasons?), those extremists who defend in silence and in word the practice of kidnapping of civilians by the corrupt and savage FARC who just this week killed aboriginals with total disregard for justice, decency, courage  and nobility (deaf as deaf can be to the, now very old,  news of Marx’s overwhelming failure), those extremists who because of their “sacrifices” claim that they alone are the ones who truly love their country, those extremists who might be tempted by the appeals of endless tyranny,  those extremists who have left Colombia and forsaken her to whatever future, those extremists of the intelligence that do not even know of the “market place” of which Strauss speaks above, those extremists who will find any way to defend and rationalize the growth and commercialization of narcotics (for legalizing an activity without a foundational long-standing education towards the common good seems utterly dangerous)  and specially those extremists —specifically those who have given the honor and privileges of being called “officers” of the nation—- that hold that recklessly using the force of the state against its own citizens by bypassing the laws of the country and bringing shame to the very foundations of our important military institutions is a possibility; all these extremists of the mind and of the heart  should take to heart Strauss’s words. For if not, Colombia’s chance for history, nay, Colombia’s chance for recognizable recovery and truthful admiration, might be lost to time.

Ironically, Colombia seems to need a new kind of politics; the politics of intelligent and firm moderation —–not to be confused with a politics of the extremism of  tolerance for we DO NOT TOLERATE, specially inhumane, senseless and cowardly kidnappings (as our courageous President Uribe does not tire of arguing), but also extra-judicial assassinations by those whose apparent self-righteousness is simply a disguise for their self-aggrandizement and recognition at whatever cost.

Such is the politics towards which  the reading of Strauss, and his contemporary student Thomas Pangle, leads. But such a reality can only come about through liberal education, and the above quote reveals some of the dilemmas inherent in this type of education. Be that as it may, our country lacks a liberal education which “may again receive a hearing even in the market place (note: in the sense of ‘agora’).

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Reflections: Socrates and Xenophon, the philosophic and the political life

At the very least, this is clear. The most fundamental difference between Socrates and Xenophon might be dangerously summarized by saying that Socrates, who rarely felt the need to physically leave Athens, never wished to rule over anyone under any circumstances, while Xenophon —–his questioning and nowadays seldom read student—– did in fact wish to rule over many under varying circumstances (see Buzzetti).

Or, to put it much more nobly and perhaps more truthfully: it would be best to say that the once unknown and adventure-loving Xenophon —–who had come into direct contact with Socrates—– suddenly came to recognize far outside the boundaries of his native Athens not only the unavoidability of ruling among humans, but also and perhaps much more importantly, his absolutely unique capacity for such ruling when true crisis touched upon his life and those surrounding him. However, later in life he seems to have given up this politically engaged desire for the desire to recollect in writing both tension-ridden forms of life: on the one hand recovering the life of Socrates in his Memorabilia and the other  truly amazing shorter Socratic texts, and on the other hand recovering the circumstances of his rise to fame and glory as a commander in his autobiographical The Anabasis of Cyrus. In contrast, Socrates also never felt the desire to write, not of himself or others.

Agoristic philosophy ——as the foundation of political philosophy—– begins in wonder (thaumazein) at such striking complex connections and deep tensions between the life of politics and the life of philosophy. Its path is that of an understanding of the dynamics of virtue(s); its guide remains Aristotle.


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Appendixes

Xenophon only appears in direct conversation with Socrates in two short sections, one in his Memorabilia where he listens to Socrates’ views on kissing(!), the other in his The Anabasis of Cyrus where he recalls the conversation with Socrates with which he began his voyage. These astonishing sections read as follows:

Appendix 1: (Memorabilia I, 4; Bonnette translation)

“These were the sort of things he used to say with playfulness accompanied by seriousness.  On the other hand, he advised that one steadfastly refrain from sex with those who are beautiful. For he said that it is not easy when one touches these sorts to be moderate. In fact, after he perceived once that Critobulus the son of Crito had kissed the beautiful son of Alcibiades, he asked Xenophon in Critobulus’ presence”

“Tell me, Xenophon,” he said, “ didn’t you hold Critobulus to be one of the moderate rather than the rash human beings, and one of these with forethought rather than senseless and reckless?”

“Certainly,” said Xenophon.

“Well, hold now that he is hotheaded and heedless in the extreme. He would even make somersaults into daggers and leap into fire.”

“And what did you see him doing,” said Xenophon, “that you have formed such judgments about him?”

“Did he not dare to kiss the son of Alcibiades, who is most fair and in his bloom?” he said.

“But if that is the reckless deed,” said Xenophon,”in my opinion, I, too, would endure this risk.”

“You wretch!” said Socrates. “And what do you think you would suffer after kissing  someone so beautiful? Would you not immediately be a slave rather than free, spend a lot of harmful pleasures, be in great want of leisure for attending to anything noble and good, and be compelled to take seriously what even madman would not take seriously?”

“Heracles!” said Xenophon. “What terrible power you ascribe to a kiss.”

“And do you wonder at this?” said Socrates. “Don’t you know that poisonous spiders not even half an obol in size crush human beings with pain and drive them from their senses  merely by touching them in their mouths?”

“Yes, by Zeus!” said Xenophon, “For spiders inject something through their sting.”

“You fool!” said Socrates. “Do you think that when those who are beautiful kiss they don’t inject anything, just because you don’t see it? Don’t you know that this beast that they call beautiful in bloom is so much more terrible than spiders that, while spiders inject  something when they touch, it (even when it does not touch, but if one just looks at it) injects even from quite far away something of the sort to drive one mad? And perhaps ‘lovers’ are called ‘archers’ because those who are beautiful inflict wounds even from afar. But I counsel you, Xenophon, whenever you see someone beautiful, to flee without looking back .”

Appendix 2: (The Anabasis of Cyrus III, 1, 4; Ambler translation )

“In the army there was a certain Xenophon, an Athenian, who followed along even though he was neither a general nor a captain nor a soldier; but Proxenus, a guest-friend of his from long ago, had sent for him to come home. He promised that if he came, he would make him a friend of Cyrus, whom Proxenus himself had said he believed to be the better for himself than his fatherland was. So Xenophon, on reading his letter, took common counsel with Socrates the Athenian about the journey. And Socrates, suspecting that becoming a friend of Cyrus might bring an accusation from the city, because Cyrus had seemed eager in joining the Lacedaemonians in making war against the Athenians, advised Xenophon to go to Delphi and take common counsel with the god about the journey. Xenophon went and asked Apollo to which one of the gods he should sacrifice and pray in order to make the journey he had in mind in the noblest and best way and, after faring well, to return safely. And Apollo indicated to him the gods to whom he needed to sacrifice.

When he came back again, he told the oracular response to Socrates. On hearing it, Socrates blamed him because  he did not first ask whether it was more advisable for him  to make the journey or to remain, but he himself had judged that he was to go and then inquired how he might go in the noblest way. “However, since you did ask it in this way,” he said, “you must do all that the god bade.”

So after sacrificing to the ones the god had indicated, Xenophon sailed off.”

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