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Response to “El Tiempo” columns 6: Comentario a Enrique Santos Calderón: “Canje sin arandelas: ¿mucho pedir?” Febrero 15 de 2009.

Usted dice:‘Cano’ es un tipo inteligente, con sardónico sentido del humor, pero forrado en una impenetrable coraza estalinista.”

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Jamás imaginé ——en pleno siglo XXI—— que se utilizaran las palabras ‘inteligente‘, ‘cómico’ y ‘estalinista’ en una misma frase.  Más allá de todo interés estratégico como lo fue el de Churchill, y con lo que ahora sabemos de la dictadura estalinista, ¿no resulta aberrante siquiera llegar a preguntarse algo así como,  “¿será que Stalin fue un “tipo inteligente”? ¿No es esto confundir lo que es inteligencia y sabiduría práctica (phronesis) con lo que es astucia pervertida y unas prácticas fundadas en acciones deplorables que justifican cualquier medio para cualquier fin? ¿No es esto confundir lo que es el sano humor de la autocrítica con el  sórdido cinismo de la  absolutez tiránica? Porque es en parte precisamente en la capacidad para reir que se revela nuestra capacidad para la libertad.

El que no se vea que esto es fundamentalmente inaceptable resulta seriamente preocupante para nosotros que creemos en cierto tipo de moderación y hace cada vez más imposible ——-irónicamente todo lo contrario a lo que pide su columna——–  una resolución seria al conflicto. Moderación, sí; moderación a cualquier precio, no. Canje sí, canje a cualquier precio, no.

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La columna de Enrique Santos Calderón: “Canje sin arandelas: ¿mucho pedir?”, Febrero 15 de 2009, dice así:

“Salida en falso la del presidente Uribe al calificar de “bloque intelectual” de las Farc al Comité de Colombianos por la Paz que ha intercambiado cartas con el sucesor de ‘Tirofijo’. Es macartismo primario, que desdice del jefe del Estado y les otorga a las Farc un estatus que ni tienen ni se merecen.

Ya quisiera ‘Alfonso Cano’ tener a su lado a un bloque de intelectuales. El prontuario de las Farc los ha espantado a todos, y hoy no conozco a un solo colombiano pensante que avale tan larga trayectoria criminal. Otra cosa es que muchísimos ciudadanos anhelen la paz, crean en el “intercambio humanitario” o piensen que las últimas liberaciones abrirían la puerta a una solución negociada del conflicto armado. Objetivos deseables pero -como están las cosas- aún lejanos. No por ello se los puede tachar de cómplices de la guerrilla.

La reciente matanza de indígenas awás (¿17, 27?) en Nariño -asesinados con arma blanca dizque por “colaboradores del Ejército”- borra a machetazo limpio la imagen buscada por las Farc con las liberaciones unilaterales de la semana pasada. ¿Acción inconsulta de un frente aislado en el fragor de la guerra? Es posible. Solo falta entonces que la condenen de manera inequívoca. Y aun así, este acto brutal reafirma la ya tal vez irredimible deshumanización a que ha llevado a las Farc su perversa estrategia de “combinación de las formas de lucha”.

Cartas amables a Piedad y liberaciones unilaterales, acompañadas de secuestros, bombas en las ciudades y masacres en la selva son una aberración que el país rechaza con la contundencia que demostró hace un año, en la más grande movilización ciudadana que haya producido Colombia en su historia. Pero esto parece resbalarles.

Existía la esperanza de que, tras el 4 de febrero, los golpes sufridos y la asunción del ex universitario Guillermo Sáenz a la cúpula, las Farc iniciarían algún replanteamiento de sus prácticas y concepciones. Vana ilusión, si nos atenemos al único pronunciamiento de fondo de ‘Alfonso Cano’ desde que asumió la comandancia (extensa entrevista en ‘Cuadernos para el diálogo’, 04-12-08), donde no expresa el menor remordimiento, ni la más leve autocrítica. Según el nuevo vocero del Secretariado, las Farc están ahí: inmodificables e incólumes, incontaminadas por el narcotráfico y aferradas a la lucha armada. Deprimente, pero cierto.

Llegué a pensar que alguna evolución visible produciría la llegada de ‘Cano’, con quien he hablado dos veces en mi vida. La primera hace 22 años, en tiempos de los diálogos en Casa Verde, y luego en el 2001, durante el despeje del Caguán, cuando me invitó a confrontar opiniones en su cambuche cerca de San Vicente. Discutimos más de ocho horas sin parar (sus segundos, ‘Pablo Catatumbo’ e ‘Iván Ríos’, quedaron tendidos del sueño) y fue muy poco lo que avanzamos. ‘Cano’ es un tipo inteligente, con sardónico sentido del humor, pero forrado en una impenetrable coraza estalinista.

En cualquier caso, las liberaciones que ordenó son un gesto unilateral de las Farc que se debe valorar. La desgracia cíclica de nuestro infernal conflicto es que cuando se presenta algún hecho constructivo, no pasa un día sin que se produzcan otros que lo anulen: la matanza de los awás, la exigencia de ‘Cano’ de incluir a ‘Trinidad’ y ‘Sonia’ en el intercambio, el progresivo endurecimiento de Uribe tras su positiva reacción inicial a las liberaciones…

Lo deseable, en fin, sería un canje simple y sobrio de los 24 uniformados aún en poder de las Farc por guerrilleros presos en Colombia. Expedito, sin trampas, shows, ni condiciones irreales de parte y parte. El Gobierno, que no debe alimentar falsos triunfalismos con las Farc, está en deuda con estos soldados y policías que han sufrido lo indecible. Y las Farc aún tienen que demostrar, con menos engaños y más hechos, un propósito de paz. Mientras tanto, en las mismas.”

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