Comentario a Andrés Hurtado García “Cuentas que gotean sangre”Octubre 23 de 2006, FUSTIGAR LA CORRUPCIÓN
Aunque siempre he admirado su defensa de la naturaleza y envidio de todo corazón sus caminatas por nuestra Colombia, sin duda sus análisis políticos muchas veces me dejan realmente inconforme y ampliamente desconcertado. Aunque en general sigo el argumento que usted plantea contra la designación de honorables a los parlamentarios colombianos, sin duda considero muy grave su miopía, incluso en el caso poco factible de que sea completamente verdadera. ¿En que sentido? Supongamos que en verdad, como usted enfatiza una y otra vez, todos los parlamentarios de Colombia son unos corruptos que andan en “triquiñuelas, zancadillas, componendas y arreglos de dudoso patriotismo” y que en verdad están sólo interesados en sus altísimos salarios privados y no en la vida guiada por el honor, es decir una vida fundada sobre la compleja dedicación al servicio público. Supongamos que esa afirmación sea verdadera, y supongamos que en realidad hay, hoy en día en Colombia —–allí, a las afueras del Congreso—- unos parlamentarios en proyecto que sin duda han sido tan bien capacitados en lo político que por fin tendríamos unos líderes que no caerían en la deshonorable desgracia que usted enfatiza. Supongamos entonces que en todo esto usted tiene la razón.
Sin embargo lo invito a que considere el siguiente problema que su manera de pensar genera si uno analiza la situación colombiana desde el ámbito, no del periodismo, sino desde el ámbito político mismo (entiéndase aquí desde el ámbito del estudio de los elementos que hacen de la política la más honorable de la prácticas tal y como aparece formulada una y otra vez desde los griegos). En este sentido podríamos decir lo siguiente. Suponga por un momento que el problema de la crisis en Colombia, como usted bien lo indica, es que no hay en verdad una clase política con las virtudes requeridas para ser considerados —como en efecto son considerados en todos los países (sean corruptos o no)— como honorables. En primer lugar, en este sentido sería interesante el pensar por qué en todos los países libres los parlamentarios son llamados honorables. Y por cierto podríamos pensar en esta paradoja, ¿acaso podríamos decir que su importante y lúcida defensa de la naturaleza es honorable? Pero además, en segundo lugar, suponga que usted está empeñado como educador en generar los futuros políticos colombianos que ahora sí serán los mas honorables que hemos conocido hasta ahora. Pues bien, a mi manera de ver, aquí surge un problema gigantesco si uno sigue su tipo de análisis. Si en nuestra educación de los futuros líderes políticos nosotros destrozamos el bien fundamental que mueve a la personalidad política —— a saber, el honor entendido como el reconocimiento merecido por el sacrifico que implica una vida dedicada al bien público en vez de a la “cómodidad” de una vida privada—–, si nosotros imprudentemente destruimos éste ideal diciendo que la noción de honorabilidad política carece de sentido lingüístico, semántico y práctico, entonces veo con suprema dificultad que quienes se dedican a la educación de los futuros líderes del país puedan generar dichos líderes. ¡Tendremos muchos periodistas, pero no líderes políticos! Es bien conocido que los sacrificios del servicio público son premiados en todos los países con diversos honores tanto en vida como póstumamente. Si destruimos este objetivo, y eliminamos este deseo vital en los jóvenes, terminaremos en un círculo vicioso que comienza con la critica ingenua del objetivo político por excelencia que es la honorabilidad, y culmina con la incapacidad de encontrar líderes públicos dignos de honor para llenar las posiciones ganadas con base en el mérito. Espero que el dilema que creo surge de su posición radical haya quedado bien planteado y que en este sentido lo invite a cierta moderación. Culmino esta reflexión muy limitada con las honorables palabras que Churchill dijo a unos jóvenes en 1941 incitándolos a una vida fundada en el honor: “Never give in–never, never, never, never, in nothing great or small, large or petty, never give in except to convictions of honour and good sense. Never yield to force; never yield to the apparently overwhelming might of the enemy.”
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La columna de Andrés Hurtado García, fechada Octubre 23 de 2006, y titulada FUSTIGAR LA CORRUPCIÓN: Cuentas que gotean sangre, dice así:
“Un obrero, ganando 400 mil mensuales, debería trabajar 100 meses para sostener a uno de los Honorables.
Colombianito que todavía respiras, comes y sueñas, ¿quieres colocarte al borde del suicidio? Te invito a que oigas la excelente Luciérnaga, donde todos los días desenmascaran por lo menos cinco gigantescos robos contra el Estado, contra tu bolsillo.
Mientras escribo esto, oigo que el Contralor denunció ante los alcaldes que 70 mil millones de pesos de regalías petroleras que debían gastarse en salud, educación e infraestructura en los municipios se esfumaron en fiestas, monumentos, medallas y homenajes.
De tiempo en tiempo leemos desgarradores informes sobre el hambre y la pobreza desesperante de millones de colombianos.
Esta semana fue en Semana. Los únicos que no parecen haberse enterado del hambre del país son los Honorables Parlamentarios.
EL TIEMPO publicó el 21 de agosto un informe sobre lo que ganan los congresistas. A este informe me referiré varias veces. Cada congresista le cuesta al mes al Estado nada menos que 40 millones, lo que quiere decir que un obrero, sudando y matándose en el trabajo de sol a sol y ganando miserables 400.000 mensuales, debería trabajar 100 meses o sea más de 8 años para sostener a uno de los Honorables.
¿Que estos comentarios son subversivos? Elemental, mi querido lector. Lo que hacen los parlamentarios es enfurecer al pueblo e incitarlo a lo que Dios no quiera. El sueldo base mensual de un Honorable son 17 millones largos; para ganarse ese dinero un obrero debe trabajar 44 meses. Los Honorables ganan una prima en junio de 8 millones, una de Navidad de 17 millones y tienen derecho a cuatro tiquetes aéreos al mes. Estos sueldos y prebendas son subversivos. Que denuncie con nombres propios, me escribieron algunos lectores despistados.
Despistados porque no leyeron que descalifiqué a todos los parlamentarios con lista desde la A hasta la Z. ¿Por qué? Porque aunque sea legal (¿qué es lo legal en Colombia?) ganarse 17 millones al mes trabajando poco, eso no es ético, ni decente, ni humano, ni humanitario. Por eso creo que los Honorables, por andar en tantas triquiñuelas, zancadillas, componendas y arreglos de dudoso patriotismo no se han dado cuenta de que millones de colombianos pasan hambre y seguramente creen que todos los colombianos ganan 17 millones, como ellos. Y si se dan cuenta, son sencillamente desalmados y los señalo nuevamente a todos sin excepción.
Muchos me escriben diciendo que si todos los periodistas fustigáramos sin cesar la corrupción, esta podría disminuir, por lo menos hasta “sus justas proporciones”. Pero, es obvio, se necesitan periodistas que no tengan rabo de paja ni techo de vidrio y que tengan valor civil y amor por la patria. EL TIEMPO informó en su edición del 13 de agosto que por la presión de los medios “los congresistas peruanos devuelven dinero”. Luego, sí podemos hacer algo los periodistas con nuestra pluma.
Soy crítico permanente del Parlamento porque, con Honorables así, ¿cómo puede salir el país adelante? Y otra prueba reina: señor parlamentario, ¿aprobaría usted una ley lesiva para sus intereses personales pero inmensamente beneficiosa para el país? No, no doy por terminado mi Memorial de Agravios en defensa del humillado y maltratado pueblo colombiano. Seguiré.”
Mientras tanto, y nada que ver con lo anterior (?). Propongo que se elimine ese chistoso calificativo de Honorables que se endilgan unos a otros en sus debates. Con ello queda más tranquilo el país y ellos pueden seguir actuando más libre y tranquilamente, sin cargos de conciencia.”