Feeds:
Posts
Comments

Posts Tagged ‘carta’

“Nadie enciende una luz para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelabro para que los que entren vean la luz.” (Lucas 8:16)

Mi queridísima, creyente y dulce madre,

Recorriendo el paso de los años llegamos hoy, en un nuevo junio 28, a  aquel número ya demasiado avanzado (!), ese número que al hablar siempre como madre e hijo que quieren ser cada vez más amigos,  reímos jurándonos jamás revelar. ¡No lo revelamos por eso de los secretos que es mejor guardar bien guardados! Pero, eso sí, todos sin excepción, todos (desde el más desconocido hasta los más cercanos) te han mirado y se sorprenden al ver cómo ——sin tanto artilugio femenino moderno y tanta vacua vanidad excesiva—- has logrado revertir ese paso de los años en tu mirada noble, en tu piel canadiense y en todo tu ser único. Porque es en verdad importante también recordar hoy la muy bella mujer que eres y has sido siempre. Las fotos de tu vida así lo revelan, así te lo hayan ayudado a olvidar los cercanos. Y recuerda bella madre querida; ¡cabello blanco canoso, jamás!

Y hablando del paso del tiempo; ¿recuerdas madre aquellas cartas —-ya “compartidas” con algunos otros a través de internet por razones precisas—– cartas dedicadas a mi padre, cartas escritas en vida para intentar sanar a partir de la comprensión momentos difíciles vividos? ¿Recuerdas aquello que te compartí acerca de cómo fueron escritas? Cuestión de brevedad y de ver qué limitada es la reflexión profunda que nos guía en la vida, sobretodo en la vida de familia en donde las certezas del silencio garantizan una limitada seguridad ——una “seguridad” supuestamente ingenua, que irónicamente llega a ser defensiva y agresiva a la vez——-  por sobre las difíciles posibilidades de una real felicidad y de relaciones mucho más honestas y profundas. Porque es que se requiere de cierto tipo de coraje reflexivo para la felicidad, y ese coraje es una virtud cada vez más rara de encontrar y hasta de reconocer. Era como si aquellas cartas para mi padre, ya muerto, ya estuviesen escritas en mí hace mucho tiempo atrás pero sin destinatario real; sólo que era preciso compartirlas con mi complejo y querido padre en quien ya la vejez avanzada  hacia su aparición. Ahora se comparten con algunos otros para que él no sea olvidado; los eventos posteriores a su muerte las hacen todavía más necesarias que nunca. Por ejemplo,  otros creen y tácitamente defienden el que no hablar con el padre durante toda la vida es algo defensible y honorable. Claro mientras ELLOS no sean ese padre. Pero dejando eso de lado; madre esta carta es para ti, intenta ser un recuerdo de tu ser.

Te recuerdo esto madre porque en cambio contigo no he tenido la necesidad de escribir múltiples cartas. Hoy te cuento por qué, aunque tú en cierta medida ya los sabes. Y te cuento que la agilidad para escribir estas palabras se da gracias a aquello que he decidido en parte hacer con mi vida y que tú has siempre apoyado incluso sin realmente saber en un principio su significado especialmente para la futura historia de nuestro paso por la vida y de nuestro encuentro “reciente” en la amistad ganada. Tuvieron que pasar décadas para que tú, y claro también yo (!), comprendiéramos mejor el valor para el alma de cada uno de la dedicación a las humanidades, y sobretodo a la obra de Aristóteles y la vida de Sócrates. Aristóteles, bien llamado en la Edad Media “El Filósofo”, que cuestiona tan seria y hábilmente los fundamentos y presupuestos de nuestra actual academia filosófica. Y también, tú lo sabes, es sólo gracias al efecto tanto de Taylor, y de manera imposible de agradecer de Pangle, en mi vida. ¡Por qué es que ese tipo de profesores son como un cierto tipo de madres! ¡Qué competencia tan fuerte para la madres de verdad, no! No en vano Sócrates se comparaba él mismo a una partera que nos ayuda a nacer bajo un tipo de cuestionamiento continuo acerca de nuestras vidas y de la naturaleza de la virtud y de la excelencia humana. Y algo así como parir es lo que hicimos juntos en los últimos años. Y podríamos hasta decir que ya en la vejez naciste a la vida una vez más. Dejaste de ser tan solo esposa silenciada, madre asumida, abuela repetida,  para regresar a ser aquella Denise con voz, color, económicamente independiente, libre para una fe más sólida y sana  y con un sano sentido del amor —–y hasta del humor—- propio. Y ese proceso se ve en tu actual manejo de la palabra, tu capacidad de defender tus importantes valores, y en tu mayor capacidad para sonreír y reír.  Y hoy, hoy, nadie te puede hacer perderte nuevamente. Ya nunca más te perderás;  así incluso yo ya no sea más.

¿Y, entonces, por qué no hemos escrito cartas entre los dos? El por qué es bien sencillo de responder; o por lo menos  hasta cierto punto. Pero el motivo principal es que nuestra relación en los últimos 10 años ——los que “en verdad” cuentan pues la vejez nos revela nuestra real vulnerabilidad humana—– se convirtió con gran esfuerzo de parte y parte en una relación más honesta y abierta que intentó entregarse a la palabra hablada, intentó llevar al lenguaje aquellos silencios abismales que para muchos se convierten en un cierto tipo de mundo invisible y sobreseguro. Porque, ¿qué fortaleza defensiva más consolidada que aquella que ni siquiera se quiere ver con real seriedad, cierto madre? Y es verdad madre que tú misma te creíste así de sobresegura, indignada en silencio con mi muy complejo y difícil padre ——a quien recuerdo ahora con mucho cariño—– sin entrar a ver cómo y por qué las cosas se dieron como se dieron. Es que el silencio indignado y temeroso está a la base de una de las tiranía más efectivas; sobretodo porque se considera cobijada por un cierto autosacrificio que se cree, erróneamente, absolutamente bondadoso. Sobre esto regresáramos más adelante en esta carta. En cambio, qué bueno madre hoy poder decir que no tienes esa indignación, ni ese temor, ni esa burda carencia de palabra. Y aquí entre los dos, ¿cómo nos sirvió la tarjeta roja que inventamos juntos, cierto? Qué bueno poder querer hablarnos, poder querer vernos, poder reírnos, poder burlarnos, poder querer compartir, poder pedir perdón y perdonar, poder madrear (que viene de la palabra madre!), poder agradecer, poder querer querer, poder amar; y por sobretodo todo lo demás,  poder querer reflexionar.

Tal vez tú no lo sepas, pero el ejemplo político más revelador de esa dinámica perniciosa es el libro La Madre de Gorkii y su ingenua aceptación de la revolución comunista como el mayor bien para sus conciudadanos y para la humanidad. ¡Por esa “Madre” estará permitido dentro de esa realidad hasta convertirse en asesino! Y es que las infames y cobardes FARC de nuestra Colombia querida sólo creen en ese tipo de madre “leninista/estalinista”. No tienen problema alguno, con su visión militarista criminal, en robarle a muchas madres campesinas sus hijos e hijas por todo nuestro territorio. No tienen problema alguno en obligar a abortar a aquellas guerrilleras que desean ser madres. No tienen problema alguno en dejar sin hijos/as a las madres de los secuestrados —basta recordar a la constante tristeza indignada de la madre de Ingrid—- sumidas en la profunda desgracia del desconocimiento y teniendo que recurrir a todos los medios para poder volver a ver a quienes dieron a luz en complejas situaciones personales. No tengo problema alguno en “madrearlos” eternamente como lo hacia hábilmente mi padre, ¿cierto? Y, ¡qué frescura recordar la operación Jaque!

Obviamente esto no quiere decir que siempre pudimos hablar; no, tú y yo lo sabemos bien, todo lo contrario. Pues al crecer yo de niño y de joven comenzaba a encontrar las palabras que creía tu ya tenías, pero que ya mayor entendí en realidad eran precisamente las pocas palabras que en verdad nunca habías podido hacer tuyas. Por esos motivos que ahora podemos juntos revivir y confrontar, un silencio profundo tomaba en ti el lugar de la palabra. Y como tú eras mi muy querida madre, ese silencio intentó hacer su casa también en mí. No resulta para nada extraño que haya decidido, muy pero muy joven a los 17 años, ir bien lejos de nuestra Colombia querida, al lugar de tu nacimiento, al lugar donde encontraste el amor y comenzó tu familia, al lugar donde yo me comencé a hacer quien soy; a ese hermoso Montreal que llevamos los dos en el alma como pocas ciudades y que parece gracias al “destino” podremos visitar en unos pocos meses de nuevo.

¡Y tal vez incluso sería como protesta ante esa realidad de silencio a la vez deseado y forzado  que me convertí en profesor de idiomas y traductor y escritor y profesor de humanidades con altísimo interés en la naturaleza del lenguaje siguiendo la obra de Taylor! ¿Sería un rechazo a esa existencia ensimismada que nos caracteriza a tantos como modernos? ¿Y ahora quien me calla, cierto madre? Pero tú sabes bien que no, que yo prefiero el silencio de la paz bien conseguida, que busco la distancia frente al constante bullicio. Y tú sabes bien que mi vida en los últimos años, años de enfermedad, ha sido un poderoso enfrentamiento de aquellos silencios y aquellas privaciones que te enmudecían y de cierta manera te hacían insensible y fatalista. Como decimos los colombianos, la grosera tradición del “deje así mijo”. Tal vez muchos países puedan “dejar así”; pero Colombia no es uno de ellos. Tal vez muchos ciudadanos puedan “dejar así”, pero los ciudadanos colombianos no son unos de ellos. Tal vez muchos hijos/as puedan “dejar así”: pero yo no seré uno de ellos. Y tú tuviste el coraje de no dejar así las cosas; mi padre lo intento también. Por eso pudimos cuadrar que fueran a la finca juntos. Porque es poco creíble la otra opción en que se desarrollan familias sin haber hecho el trabajo duro y largo de sanar la propia familia de la que se surge. A largo plazo, ¿habrá salud verdadera y real allí? ¿A qué precio?

Pero lo que sí quiere decir el no habernos escrito cartas es que la palabra hablada, o mejor la vivencia en cercanía silenciosa (porque fueron muchos los años que vivimos separados, muchos otros los que vivimos en cercanía en diferentes momentos de la vida)  siempre fue el camino de nuestra comunicación mutua por sobre cualquier posibilidad escrita. El motivo puede ser que el mismo escribir al cual me he dedicado yo, te causa un nerviosismo extremo por aquellas historias que sólo los dos sabemos. Entre ellas, ¿recuerdas esa profesora en Montreal que de entrada te indispuso hacia el conocimiento escrito?  Otras son demasiado evidentes.

Es por esto que escribo esta carta este día especial, sabiendo que para ti la actividad de la escritura te es ajena, misteriosa, incluso peligrosa. En verdad es peligrosa, a menos de que uno tenga la confianza requerida, y la habilidad retórica,  para seguir el camino indicado por las palabras. Y tal vez aunque somos en cierta medida  parecidos querida madre (incluso físicamente como me lo recuerdan los que nos conocen bien, y como lo revela de manera absolutamente impactante esa foto tomada por Marya sentados en aquella banca de Kensington en la que compartíamos mientras los seres de todo el planeta pasaban frente a nosotros),  lo cierto es que esa es la más profunda y dramática diferencia entre los dos. En la palabra escrita, en cambio, yo tal vez pueda encontrar el camino para darte un regalo de amor y de agradecimiento que sea mío, un regalo como —ahora lo entiendes un poco mejor —- muy pocos hijos/as pueden dar y muy pocas madres puedan recibir.

Porque en verdad te escribo esta carta para recordarte nuevamente mi amor por ti y para hacer de nuevo un recorrido de cómo fue que pasó aquello que paso entre los dos, es decir, el surgimiento de una profunda, real y verdadera amistad fundada sobre las complejas bases siempre presentes entre todas las madres y sus hijos (y de manera aún más compleja con sus hijas por razones que no es difícil imaginar). Son estas bases no siempre las más sanas posibles, en la medida en que la vida de sacrificio permanente con la cual vemos el valor de la madre puede generar un cierto tipo de dinámica que imposibilita un real querer y un real amor propio que es la condición sin la  cual una real amistad reflexiva y emocional se hacen imposible. En otras palabras, aun cuando esas no sean las intenciones reales, el camino de la vida y sus complejidades pueden llevar a un cierto tipo de autosacrificio que hace que el amor sea percibido como un cierto tipo de  “deuda” que debe ser “recompensada”. El ejemplo más preocupante para gente como yo es toda la parafernalia del llamado “Día de la Madre” en donde supuestamente por fin se les reconoce a las madres todo lo que han dejado de hacer y de ser por nuestra felicidad. La ironía es que resulta, hasta cierto punto, en un día de trancones y hasta  sobresaltos. Y ese orgullo pernicioso del autosacrificio incuestionado puede ser precisamente una de las mayores causas de un malestar generalizado que nos cuesta enfrentar decididamente. Esto sobretodo dada nuestra cultura colombiana y québecoise católica, en donde el sacrificio de sí mismo casi es el objetivo primario ya que de lo contrario supuestamente  —– Aristóteles diría, ingenuamente—– se dice que caemos en cierta vanidad orgullosa. Dicha tradición católica que como tu sabes respeto y defiendo —sobre todo frente a cierta arrogancia del cristianismo protestante en Colombia—- gracias a ejemplos católicos como el Padre Francis, el profesor Taylor, el Padre Durán, Pacho, Marya y  tú misma; pero que veo puede aprender de otras tradiciones y así generar mejores condiciones vitales para quienes la practican decididamente o al menos intentamos reflexionar honestamente acerca de sus limitaciones y posibilidades autodestructivas personales, y sobretodo, políticas (por ejemplo, la presidencia de Andrés Pastrana). Porque, ¿no resulta acaso extraño que sea difícil encontrar madres felices? En este sentido madre, y sabiendo de tu amor por la Virgen María, ¿no contrasta con esta realidad de la que te hablo el hecho de que la Virgen casi nunca es representada en nuestra tradición como sufriendo y padeciendo? (excepto claro, en el momento de la muerte de Jesús).

Como tú sabes, madre, es gracias en parte a esa otra tradición, la de los griegos y sobretodo la de Aristóteles y Sócrates,  que hemos podido comprender el sacrificio más allá de simples “deudas” que incluso en sus peores ejemplificaciones hacen que el mismo Dios quedé en cierto tipo de transacción negativa con nosotros! ¡La gracia de Dios con saldo en rojo!

Aristóteles —-como siempre—– nos ayuda a ver con una mayor claridad esa dinámica en dos apartes de su obra magistral sobre ética, es decir, sobre el carácter y la excelencia, sobre la virtud y la felicidad. Por un lado,  indica él el ejemplo culminante del sacrificio de las madres al decirnos que se considera que las madres aman tan incondicionalmente que:

“una señal de esto es que las madres  gozan en querer. Pues algunas entregan sus hijos para que (otros) los críen y, con tal de que sepan de ellos, los siguen queriendo sin buscar la correspondencia en el amor; y si no pueden tener ambas cosas, parece que les basta con verlos prosperar, y ellas quieren a sus hijos, aun cuando estos, por ignorancia, no devuelven nada de lo que se le debe a la madre.” (EN VIII *8)

Madre, como modelo de la entrega total; y yo que soy tu hijo veo ya en el transcurrir de los años los peligros de semejante ecuación total, sobretodo si no va de la mano de una cierta pausada reflexión. El olvido de sí mismo, la falta de felicidad vital real, la indignación ante la no-correspondencia, el silencio de la soledad y la acusación de miradas sin palabras. Podríamos decir de manera muy general que ese amor incondicional sin una mirada hacia la felicidad y al bien reflexivo de la madre misma puede terminar haciendo del amor maternal una labor y una carga incapaz de entrar a indagar seriamente la raíz de semejantes transformaciones inesperadas y  realmente problemáticas para el alma tanto de las madres como de sus hijos/as. ¡Y sobretodo, nos prepara menos para la vejez en la que ya no contamos con las energías para semejantes reflexiones y decisiones y en la que podemos entrar a depender totalmente de nuestros hijos/as!

(more…)

Read Full Post »

Horses 1

Some time has passed since my father’s untimely death. Since then an epitaph has been chosen to be placed near his resting place deep inside a uniquely beautiful natural area within the Andean mountains of our dear Colombia. Surrounded by the nature he loved, he will surely rest in peace. The epitaph chosen, translated into English reads something like this: ”We will always have you in our hearts.” My mother, who spent most of her life beside him even when separated, approved those words. This alone speaks of their great importance.

Although this is quite a nice and simple epitaph, and in fact shows the importance of remembering the love one carries within for those who depart, I think it has some limitations. Perhaps by looking at its limitations we can become more aware of what an epitaph is for and what are the hidden possibilities within for diverse epitaphs. Maybe then we will be better prepared to engage in the reflective process which is behind the selection of those epitaphs with which we will honor the passing through life of those close to us. Perhaps it will even allow us to set out what epitaph will appear above our very own gravestones someday.

The three limitations to this epitaph are as follows: 1. it speaks more of “us” than the person who has died, namely, our father (it says “we” and “our hearts”, instead of “him” and “his heart”); 2. it is the kind of epitaph that could be placed in many tombs, so that the particularity and uniqueness of my father (and he was quite unique, I tell you!) is quite lost, and finally, 3. it tries to convince us that the aim of an epitaph is to touch our emotions primarily and only secondarily our capacity for reflection and creative imagination which are among the highest faculties we possess as human beings. In contrast, I think an epitaph should: 1. speak primarily about the person him/herself who has died, 2. reveal him or her in a special light using the expressive power of language, and finally, 3. should not primarily focus on the emotions, specially if these have not been articulated in the life of the members of these families, but should point towards reflection and the need we have of such reflection in order to guarantee a certain true and honest legacy of the person who has died. How could one come up with such an epitaph?

First off, by looking at the many famous ones which many others have used to remind us of those who were found to be memorable. One can in turn try to relate some of them to the close loved person who has died. In the case of my father two such realms come to mind. On the one hand, the serious type of epitaphs which are usually used for those who have dedicated their lives to the political or public life. The single most famous example of this type of epitaph can be seen in the words found at Thermopylae, words recently beautifully and powerfully recovered in the movie the 300:

“Go tell the Spartans, stranger passing by
that here, obedient to their law, we lie.”

At the very least these soldiers asked of their kin not to forget the sacrifice they endured in order to try to secure the lawful freedom of those intimately close they left behind. Another such powerful example of an epitaph that in its simplicity touches us like few can, is the one found at the “Tomb of the Unknown Soldier”. It reads: “Here Rests In Honored Glory An American Soldier Known But To God.” Its power lies precisely in that usually we bury those who are known to us, here the words remind us that many die in anonymity. This epitaph stands against the injustice of such anonymous deaths.

A second realm which could apply to my father would be a more ironic and fun-spirited one. Usually it is artists who have the strength to come up with such kinds of epitaphs. Given my father’s unique sense of humor, one could eventually think of an epitaph such as one which Hemingway once proposed and which reads:

“Pardon me for not getting up”

My father would have laughed.

In this respect, by letting ourselves be touched by what others have decided to lay down as their final resting words ——those few limited marks which will attempt to break us free from our mortal demise and now obvious finitude—— we would be more able to decide which words to choose for those we love and even for ourselves upon, better yet, before (!) our departure. (more…)

Read Full Post »

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Read Full Post »

Querido Padre:

 

Escribo esta carta porque  quiero que sepas algunas cosas mías. Aunque podría hablar de muchos temas, algunos de pronto  poco agradables, quisiera limitarme a decirte algunas cosas que pienso de ti, y otras de muchas que te agradezco.  

 

Debo decir que me ha llevado mucho a­ños llegar a entenderte mejor. No ha sido fácil en parte porque eres una persona compleja, llena de energía y con un carácter muy particular; y en parte además porque me ha tomado tiempo comprender el complejo recorrido de mi vida  mucho mejor para así poder intentar decir algo de los demás. Sea como sea, lo que sé sin duda es que soy una persona muy especial. Tal vez esta carta te haga saber un poco por qué.

 

Debo comenzar diciéndote que  tal vez a comparación de tus otros hijos yo te conozco  en ciertos aspectos que para los demás están vedados.  Tal vez nuestras agarradas tan fuertes cuando hablábamos duro eran en parte porque en ciertas cosas nos parecemos. Ambos somos seres que tenemos mucha energía –lo que los griegos llamaban thumos (espíritu)— y a veces no la sabemos encaminar lo mejor que podemos.

 

Quisiera hacerte saber algunas cosas que recuerdo de ti  y que tal vez tu ignoras. Te cuento, por ejemplo, que mi amor por los relojes se lo debo a ti. Toda mi vida he tenido relojes y no me interesa tener ningún otro lujo en términos de joyas. Siempre recuerdo todos los relojes que me regalaste y cada reloj que tengo me recuerda que tu me enseñaste a  querer los relojes. Tal vez tu no sepas eso. Pero de eso se trata esta carta, que sepas  algunas cosas que ni te imaginarías.  Las veces que me robaron los relojes en Colombia debo decirte que  para mi era crucial volver  a conseguir un reloj. Estoy seguro que no te imaginarías lo que hace que un padre le enseña a un hijo a querer los relojes. Pero aún más yo he ido mucho más lejos y gracias a mis estudios he intentado comprender filosóficamente la temporalidad que somos como seres humanos. Esa temporalidad que se nos escapa a los dos pues ambos envejecemos y mi cuerpo tal vez lo haga más rápido aun que el tuyo que todavía camina por las fincas.

 

Y esto mismo podría decir de las cámaras. Hoy en día tengo un Canon Digital muy bella y si no es porque tu nos inculcaste que comprar una cámara era importante nunca habría sabido lo crucial que es. Desafortunadamente tengo muy pocas fotos tuyas, pero sin embargo como te revelará esta carta a veces las fotos son poco importantes. Esta carta es una de las fotos que tengo tuyas, refleja el cómo te veo a través de mi lente actual.

 

Recuerdo además con muchísima alegría los postres que nos traías  de Pan Fino de la 15.  Cada vez que veo postres en una delikatessen recuerdo eso. Tal vez no nos hayamos visto  mucho en ciertos momentos, talvez en los momentos en que nos hemos visto, hemos hecho todo menos vernos (tal vez, lo repito, porque en elementos de nuestro carácter somos un poco parecidos). Pero te invito a que cuando veas un Pan Fino recuerdes que yo recuerdo como nos endulzabas la vida con esos postres y brazos de reina (para no hablar de los tamales). Con tu diabetes no podrás disfrutar de esos postres como lo hacías antes, pero tal vez a tu edad sea mejor recordar que un hijo recuerda lo dulce que eran esos obsequios azucarados.  

 

Sin lugar a duda el más importante regalo que me has dado es el amor por la naturaleza. Eso si en verdad no tengo cómo agradecértelo.  Tal vez tu me conozcas muy poco, tal vez yo no sea fácil de conocer (afortunadamente), pero lo cierto es que el haber vivido en las fincas –así fuese simplemente de turista y no de trabajador como tu—  es un regalo incomparable sobre el cual no puedo uno sino decir gracias. Claro  hubo muchos problemas también, y  tal vez nunca entiendas cómo veo yo (con la influencia de profesores como Charles Taylor, Thomas Pangle y Aristóteles) las fincas, pero lo que sí es cierto es que sin tu dedicación y entrega a ellas nunca habría podido vivir la cercanía que siento a las frutas, a los árboles, a los caballos y tantas, pero tantas otras hermosas verdes realidades andinas y latinas que me permitiste conocer desde joven. Hoy en día mi doctorado tiene mucho que ver con la relación que debemos tener los seres modernos con la naturaleza. Vuelvo y te repito, no tengo como agradecerte el que hayas hecho posible con tu vida eso para mi. Tal vez recuerdas cuando me trataste de comprar algunos libros de Emilio Salgari con sus cuentos de piratas y filibusteros. Pues bien gracias a ti viví en carne propia mi propia aventura entre los árboles que plantaste y que defendiste con toda tu fortaleza.

 

Recordaré siempre  cómo hiciste posible que se hiciera el proyecto de FORFA. Yo creo que ustedes no entenderán nunca cual era la idea detrás de todo ese evento. Como le dije a Carlos en el momento en que me despedí,  el haber hecho FORFA fue un verdadero error. Como le indique se enriquecerían mucho más ustedes si leyeran lo que se ha escrito de las posibilidades en la comprensión y el uso de la propiedad privada. No en vano uno de los temas políticas que más me interesa es el papel de la propiedad privada en la sociedad. En ese tema soy radicalmente aristotélico; tal vez tengamos algún día tiempo para discutirlo. Lo cierto es que, no importa quién tenga FORFA, ahora es evidente que es un apartamento muchísimo más bello de lo que era antes. Y sin duda tu fuiste el que en principio lo hizo posible. Espero que con tu años, tu experiencia y tu madurez puedas ver qué podría haber detrás de dicho proyecto y que comprendas lo que no has podido comprender hasta ahora.  

 

Es muy desafortunado que la vida  no nos enseñe muchas cosas más rápido a los hijos y que  no haga más abiertos a los padres y a las madres.

 

Sin embargo debo recordar dos cosas más que jamás dejarán de impactarme de ti. En primer lugar, el humor que es el elemento de tu personalidad que siempre llevaré como recuerdo dentro de mi. Esa capacidad para ser irónico y burlarse de los demás pero al mismo tiempo hacer sonreír al otro. Esa habilidad yo la he desarrollado un poco en mi vida, pero sin duda  tu gran habilidad como orador, como  magneto  publico y tu energía de comandar atención  son dignas de admiración y grato recuerdo.  Sin duda tu sabes que esas habilidades se te han escapado de las manos a ti muchas veces, pero al mismo tiempo son habilidades que hoy en día sea han perdido más y más en nuestra sociedad.  El ex ministro Londoño es por el estilo. Además por momentos no tuviste una audiencia  apropiada. Pero igualmente a veces no supiste ver la audiencia que tenías al frente. Tu eres un ser de vieja época, de un universo  más aristocrático y eso me ha tomado tiempo comprenderlo. Debo decir que eso me pesa un poco. Por ejemplo, créeme que hoy en día te entiendo mucho más y recuerdo entre sonrisas como hacías tanto énfasis en que conocías al hijo de un  ministro de Guatemala —no importa si es Guatemala o no—- en McGill (entre otras importantes personalidades políticas) . Debo confesarte que es admirable que hubieses conocido a gente tan importante. Por múltiples razones  en un principio pensaba que simplemente hablabas de esas memorias por pura soberbia. Pero debo decirte: ¿uno a veces si es un poco cerrado, no? Sin embargo hoy en día tengo una visión mucho más compleja de la vida. Y claro es una visión todavía muy diferente a la tuya, pero que reconoce algo de la tuya. Te agradezco que en un momento dado hayas intentado contactarme con tus amigos importantes. En verdad siento,  por diferentes razones,  no haber estado preparado para esa oportunidad y al mismo tiempo  sé que tal vez yo tenía que vivir ciertos eventos en mi vida para poder comprender mejor  quién soy y cuál es la relación entre la vida política y la vida filosófica. De eso se trata mi doctorado y por ello he leído bastante a Bolívar y a Luis Carlos Galán entre otros.

 

El segundo elemento inolvidable de tu carácter es tu habilidad  como ser público. Eso sin duda lo debiste heredar de tu padre y su actividad pública muy importante para nuestro país. Siempre me preguntaré por qué no ingresaste a la vida pública colombiana. ¿Acaso no sabes tú que eres  en parte el prototipo perfecto del hombre público? Aquel hombre que  es líder de proyectos y que por ser líder, y por ser generador de múltiples ideas, tal vez es, en ciertos momentos, incomprendido; ser que además lleva consigo una cierta soledad así este acompañado de muchas personas. Por ejemplo, siempre me arrepentiré de no haber aprovechado todo tu conocimiento de la historia política colombiana; que me contaras de la época de la violencia, de los cambios estructurales que ha vivido el país en estas décadas. Como hubiera querido que me contaras  tus recuerdos del Bogotazo, tus recuerdos de  Bogotá cachaca, tus recuerdos de lo que fue  la transformación de la Colombia cafetera a una que  diversificó su economía (como tu obviamente lo has tratado de hacer con Samarkanda y Picachos). Que me contaras tus recuerdos de conversaciones con el abuelo sobre política y sus implicaciones para el país. Como hubiese querido aprovechar tu conocimiento del colombiano común, tu contacto con los campesinos, con las autoridades, con los grupos extremistas. Sin duda cuentos imprescindibles para comprender el futuro de nuestro país. Tu escogiste a Colombia habiendo poder vivido en cualquier país del mundo. Esa es la decisión de un ciudadano comprometido. Lástima no haber podido llevar a cabo más discusiones sobre el importantísimo rol de Uribe en la actualidad colombiana. Los últimos años de estudio los he dedicado a una comprensión más cabal de la historia política colombiana y debo decirte que tenia una mina de  oro al frente y por cuestiones de la vida  permaneció, como El Dorado (y como las guacas de Picachos),  oculta.

 

Finalmente debo mencionar la cantidad de libros  que siempre tuviste a tu lado. Que triste legado el que dejamos nosotros dos de nunca haber hablado de un libro. Me estremezco de ver los pocos libros que tienen tus otros hijos e hijas en sus casas y apartamentos. Una vida sin libros es una vida empobrecida, limitada, peligrosamente ingenua e ignorante. Cómo le pesan a uno ciertos eventos en la vida. Pero al mismo tiempo te aseguro que si no hablamos de libros, y no se si quiera  si hablásemos de los mismos libros, lo cierto es que en mi vida los libros se han vuelto  como los hijos que no he tenido.  Siempre recordaré el que la última vez que estuve en Toronto te pedí que me enviaras los libros de arte que había dejado en Colombia y que tu me regalaste. Tu me los enviaste sin dudarlo un segundo. No en vano ya voy a tener unos 200 cuadros. Además todavía tengo conmigo los tomos del Quijote que me regalaste. Y claro yo ya he leído el Quijote dos veces, espero que tu lo recuerdes bien. Sobretodo porque ante su inminente muerte Don Quijote escucha llorar a quienes  lo rodean en su lecho de muerte. Y él —-ya medio cuerdo, todavía medio desquiciado—– les dice que dejen de llorar pues lloran porque ellos no han vivido la vida.  Si supieras lo que he vivido en mi vida, de pronto te desmayarías. Esta carta se trata de agradecerte lo que has hecho con la tuya, pero con cierto nivel de profundidad y complejidad.

 

Pero claro,  debo decir que con los años de lectura que he hecho en mi vida es muy, pero muy seguro, que en ciertos temas no aguantarías ni dos rounds conmigo!

 

Tantas cosas que te agradezco, y yo lo he hecho muchos años. Pero tal vez es muy importante que ahora sepas estas cosas. Yo tengo muy buena memoria hasta en detalles mínimos y por eso serían muchas más las cosas que podría escribir, sin esfuerzo, sin tener que pensar demasiado.  

 

Sólo te mencionaré una. Una de las últimas veces que nos agarramos en vivo y en directo fue en el sótano de la 140. Tal vez tu no te acuerdas ya. Pero yo si recuerdo muchas cosas con muchos detalles. El reloj del carro marcaba las 11:11 de la noche y tu me dijiste que era curioso. Desde esa época siempre que veo un reloj y lee las 11:11, deseo que estés bien y que  tu cuerpo sea fuerte para poder vivir más años.  También pido que  tengas una mayor autoconciencia de quién eres.

 

En verdad te pido que esa alma tuya, tan fogosa y llena de espíritu,  trate de calmarse cuando le hable a los demás y sobretodo  a tus otros hijos y a tus nietos. A mi me ha tomado mucho tiempo entender que tu fogosidad puede ser una virtud muy importante hoy en día.

 

Como te ha dicho mi madre esta carta es para ti  y su contenido es un secreto mutuo que nunca podrá ser develado en sus detalles. Confío en tu palabra.

 

Por último hay un evento del cual sí debo pedirte disculpas desde lo más profundo de mi alma. Cuando me gradué de los Andes no te invité al Grado. Eso fue muy ordinario  y grosero de mi parte. En verdad te aseguro que yo a veces soy un poco ordinario y grosero (¿quién lo creyera, no? Pregúntale a mi madre!). Pero por esa acción tan malagradecida te pido disculpas profundas. En aquel momento era muy joven,  y como todo joven cometía errores a diestra y siniestra. Ahora ya no soy joven, mucho menos desde que enfermé gravemente hace unos años.

 

Te repito,  muchas cosas más se podrían decir y es nuestra tragedia que sólo la distancia nos hizo medio conocernos un poco.   Pero lo cierto es que una muy gran diferencia entre los dos es que yo en corto tiempo puedo escribir esta carta –así sea muy limitada—, y hasta defenderte ante mi propia madre a quien quiero mucho. ¿Serías tu capaz de escribir algo parecido en corto tiempo? Ahí esta tu reto. ¿Serías tu capaz de defenderme a mi también ante los cercanos tuyos? Ahí está tu reto. ¿O será que tus ojos todavía cargan la rabia  que les he visto pueden cargar?  Ahí está tu reto.

 

Además debo aprovechar para decirte, así no lo quieras oír, que yo te perdono por lo que me dijiste la última vez que hablamos; te perdono así no hayas sido capaz de pedir disculpas. Es fácil decir groserías —-y a veces nos toca ya que un hijueputazo  es la mejor palabra en ciertos momentos—- pero  tu eres mucho más inteligente que eso.  Igual te perdono.

 

Te deseo salud y que puedas en tus últimos años de vida hacer un honesto recorrido por tu caminar en este mundo  que gracias a tu presencia hiciste más interesante y más complejo de lo que hubiese sido si  hubieses sido diferente a como eres. Sin que lo comprendas, entiendo mucho mejor  la visión política de Platón gracias a tu presencia. Te recomiendo, entre muchos otros, por lo menos que leas La Apología de Sócrates. Y claro, sigue leyendo la Biblia.

 

Un abrazo de,

tu hijo que te quiere y que a veces no supo quererte; a veces por miedo de niñez, a veces por conveniencia de joven, a veces por ceguera de humano y a veces por diferencias  demasiado profundas de filósofo e hijo maduro.   

 

Un abrazo de,

tu hijo que  tuvo el coraje de nunca quedarse callado como los demás.

 

Un abrazo de,

tu hijo cuyas piernas de deportista están lentamente dejando de funcionar.

 

 

Andrés

Read Full Post »